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viernes, 8 de octubre de 2010

En ascuas




Rofilio Neyra y Wilfredo Oscorima no saben aún si pasarán a una segunda vuelta electoral. Los resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, a través de sus distintas Oficinas descentralizadas en la región de Ayacucho, han venido dándose con sorprendente lentitud y aún no concluyen.
Al cierre de la presente edición, Neyra, candidato por el movimiento Todos Con Ayacucho, se ubica a décimas de superar la valla electoral.
Su más cercano competidor, Wilfredo Oscorima, candidato de Alianza para el Progreso, ha logrado un 26% de las preferencias electorales y, sería él, quien compita con Neyra en una posible segunda vuelta.
Mientras tanto, en Ayacucho, las tensiones entre los seguidores de ambos candidatos, han trasladado sus disputas al escenario de los medios de información radial y televisiva, donde se especula con los resultados y con la eventualidad de una presidencia en cualquiera de los dos casos.
De ambos candidatos, Rofilio Neyra es el que se ha convertido en el centro de la crítica, debido a su renuencia a debatir y a ofrecer declaraciones en los medios de información local. Su cercanía y confesa admiración por el régimen criminal y corrupto de Alberto Fujimori, le ha valido para convertirse en objeto de una censura generalizada.
Neyra, de 58 años de edad, obtuvo algo más de 65 mil votos de un total de 330 mil electores a nivel de la región Ayacucho, lo que en términos reales representa el 20% del total de votantes. Sin embargo, las reglas impuestas por la legislación peruana en materia electoral, han excluido los votos blancos, nulos, viciados y al propio ausentismo, que en otro tipo de lectura constituyen, por un lado, muestras de rechazo a las agrupaciones y a sus postulantes, así como al régimen político que conserva el estados de cosas vigente.
Wilfredo Oscorima, un improvisado candidato que se caracterizó durante la campaña electoral reciente por sus poses de empresario exitoso, tampoco ha sido excluido de las críticas. Para muchos de sus detractores, una segunda vuelta pondría al electorado ayacuchano en el dilema de cambiar "mocos por babas".

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